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Una sana doctrina

Por Armando Rincón Pallarez

“Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas” (1 Timoteo 6:3-4).


En el año 1982 por la gracia de Dios fui enviado a predicar la Palabra en la selva del Catatumbo, entre las tantas trochas que tiene esta región, encontré un hombre de buen aspecto y le dije: Amigo, tengo un mensaje de parte de Dios para tí, él solo se  quedó mirándome fijo y al final me dijo, yo no creo en nada; he asistido a muchas partes, aquí donde usted me vé ya tengo tres bautismos. Con todo y eso me atreví a invitarlo al servicio del día domingo. La verdad apenas estaba comenzado mi ministerio, no sabía mucho de homilética, contaba con la gracia de Dios y mi guitarra a la que comenzaba a sacar las primeras notas para glorificar a Dios con la música. Ese domingo llegó aquel hombre, Dios se manifestó con su gloria esa mañana; aquel hombre renuente decidió pasar adelante llorando, al escuchar el poderoso evangelio de Jesucristo, él aún con lágrimas me dijo, he leído en la Biblia que hay una Iglesia fundada en los Hechos de los Apóstoles y la he estado buscando por muchos años, hoy por fin la encuentro; ya en confianza le pregunté ¿cuál era la diferencia entre las iglesias que lo bautizaron y esta? Él me respondió -aquí hay un mensaje diferente, una sana doctrina, Jesucristo es el Señor y el Dios Todopoderoso, así que aquí me quedo con toda mi familia-


La palabra doctrina significa enseñanza, que no es más que la acción y efecto de enseñar (instruir), transmitir un mensaje. El término sano significa que goza de buena salud, que no tiene daño, lesión o defecto, que está entero, no está roto ni estropeado, es decir está libre de enfermedad, por lo que la sana doctrina es una enseñanza no contaminada, es aquella enseñanza que presenta a Cristo como el creador y sustentador de todas las cosas, como el Todopoderoso, como el único Salvador para el pecador y que está de acuerdo a las enseñanzas y prácticas que dejó nuestro señor Jesús en cuanto a misericordia y piedad. Un cuerpo sin huesos carece de firmeza, se deformaría con cualquier viento, de igual manera la Iglesia sin la sana Palabra sería sin forma, ni estructura, que no sabe de dónde viene y para donde va, es presa fácil de los engañadores o falsos maestros.


Lo primero que dice el apóstol, es que la sana doctrina enseña la palabra de Dios, el que no lo hace está envanecido y nada entiende. Lo segundo, es que la sana doctrina es para vivirla o practicarla y no para causar contiendas. Y por último, una sana doctrina no acepta el enriquecimiento de algunos a causa de la predicación de la palabra de Dios.


Éste debe ser nuestro mensaje con insistencia, porque vivimos en un mundo lleno de propaganda y mercantilismo humano, donde se le rinde culto al mensajero y no al mensaje en sí. Así que, si el predicador no es lo suficientemente famoso o conocido, prácticamente ni se oye su mensaje. Tenemos una enseñanza poderosa de parte de Dios para luchar contra las herejías y falsas doctrinas, que hoy se dan encubierta y públicamente en las iglesias que no tienen la revelación del propósito de Dios para con el hombre.


Desafortunadamente estamos viviendo aun el síndrome de Atenas, sólo nos interesa oír y saber cosas nuevas y si se dicen acompañadas de cosas que impresionen y de buen ruido mejor. Creo que tal actitud va en contra de las prácticas cristianas, totalmente opuesto a la sana doctrina, donde el único objetivo es: “No a nosotros, no a nosotros oh Jehová, sino a tu nombre la Gloria” (Salmos 115, 1).


El señor Jesús en su sana enseñanza, advirtió a sus discípulos que se guardaran de las falsas doctrinas, “Entonces comprendieron que no les decía que se cuidaran de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y de los saduceos” (Mateo 16:12); dando a entender no que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos. Estas prácticas consistían en poner carga a los hombres que ni ellos con un dedo querían moverlas, se fijaban más en los rituales de lavarse las manos y de guardar el día sábado olvidando lo más importante, la justicia, el amor y la misericordia que vienen de parte de Dios.


Debes hacerlo así para que el amor brote de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera. Algunos se han desviado de esa línea de conducta y se han enredado en discusiones inútiles (1 Timoteo 1:5-6), pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón.


Tenemos un lema hermoso “Somos uno”, es verdad. El cristiano no es un conjunto de ritos y ceremonias religiosas, no estamos unidos emocionalmente, ni por conveniencia sino por una realidad bíblica, pertenecemos al cuerpo de Cristo que es su Iglesia y Él es la cabeza; esta es la verdadera razón de crecer sanos y bien formados, por estar unidos a Cristo el único Dios manifestado en carne, “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:9-10). Siempre estaremos creciendo porque somos parte del cuerpo y la cabeza es Cristo.


No se debe olvidar que la sana doctrina tenemos que entenderla, enseñarla, defenderla y vivirla, “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina si no que teniendo comezón de oír, se amontonaran maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4:3).

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